Un laberinto de antigüedades, litografías, fantasmas y relatos incompletos acorrala al protagonista de esta novela en un juego de espejos. El hallazgo de dieciséis grabados coloniales va sumergiéndolo en un enigma donde el riesgo se enmascara con parodias y retruécanos de palabras. ¿Qué representan estas láminas y cuál es su origen? ¿Qué tensión se encierra tras esos rostros sonrientes e inmóviles? En el fondo siempre está una mujer, una cofradía de amigos a toda prueba y un enemigo leve e invisible. Personajes que expresan su amargura con humor, su corrupción con desencanto y su miedo a la muerte con un culto febril a la amistad y al humo del tabaco. Una trama donde se interroga la condición humana, la aspereza de una isla que enamora a sus náufragos con calor y palacetes en derrumbe, donde la vida es un regreso en el tiempo. El fin del juego es también un apasionante viaje sentimental a las entrañas de Cuba, su idioma de chistes y simulaciones, su literatura de arraigos y exilios; una invitación a la lectura de un país capaz de contar historias afiladas, llenas de tristeza y sentido, y peligrosas como un laberinto en cuyo centro está la muerte.