Qué pasaría si dijéramos que los musulmanes en España no tenemos un problema de radicalización. Qué pasaría si dijéramos que, por lo tanto, los programas para prevenir la radicalización de nuestros jóvenes no tienen razón de ser, los másteres para aprender a detectar procesos de radicalización no son necesarios y las leyes que abren las puertas a nuestra vigilancia y control deben desaparecer. La realidad es que estamos en «Nivel 4 de Alerta Antiterrorista» desde el atentado de Barcelona. Al parecer, cada día se está preparando un atentado. Eso significa el «Nivel 4». Increíble, ¿verdad? Pero si pensamos que detrás de cada musulmán hay un potencial terrorista, probablemente ya no sea tan increíble. Esa es la idea de fondo que se encuentra en todo el entramado antiterrorista y de prevención de la radicalización que nos hemos propuesto desgranar en estas páginas.
Lo cierto es que hemos asumido que tenemos un problema, igual que asumimos que había un «problema de inmigración» o que había que hacer frente a una «crisis de refugiados». Dichos problemas no existen, al menos no en los términos en los que son formulados. Se trata de una cuestión que no se puede comprender sin poner el foco en Europa, entendida como una idea que se materializa en sus fronteras, sus racismos, sus violencias.