El flâneur nació en el París del siglo XIX. Su hábitat natural son los boulevards de la ciudad. «Las multitudes son su dominio, al igual que el aire es del pájaro y el agua es de los peces», escribió Baudelaire. El flâneur es un hombre que no participa en la multitud, sino que la observa. «Una ostra central de perceptibilidad, un ojo enorme», escribió Virginia Woolf. Pero entonces, ¿qué sería una flâneuse? La versión femenina del flâneur no solo observa, sino que participa. Su presencia en un espacio que tradicionalmente no le pertenece supone un desafío. Elkin hace un recorrido literal y metafórico de las ciudades en las que ha vivido, y, a través de sus paseos, nos descubre una nueva mirada y reivindica la experiencia singular que constituye pasear siendo mujer.